domingo, 12 de diciembre de 2010

La Alcancía

Este blog se ha convertido en una mezcla de insulina, Kamasutra y fabulas infantiles, dado mi interes en capturar a todos los públicos. Mi amiga Gimena se sigue quejando de los finales dados por mi a las historias. Por eso acá va esta historia y con final feliz

Una dulce niña llegó a su casa un día con una alcancía en sus manos. Eufórica manifestó que la maestra había dicho que si guardaba monedas en ella,  podría tener algún día su propio tesoro.

Sus humildes padres, al observar el entusiasmo que presentaba su hija, se miraron con profunda tristeza, pero como no acostumbraban a engañarla, le hicieron saber de antemano que eran muy pobres y que no estaban en condiciones de proporcionarle tantas monedas. La niña lejos de ofenderse, comprendió de inmediato la delicada situación, y no solo le pidió que olvidaran la situación sino que se mostró muy bien dispuesta a colaborar en cuanto fuera necesario.

Sin embargo, a la mañana siguiente, el padre tomó la mano de su pequeña hija y en una modesta ceremonia le hizo entrega de una moneda y al hacerlo le dijo: “Aquí tienes una moneda hija mía, pero te la entrego bajo una condición, si realmente quieres guardarla en la alcancía, deberás llevarla contigo al colegio, mantenerla en tu bolsillo y abstenerte de comprar golosinas y recién por la tarde, cuando regreses a casa, si todavía conservas esta moneda podrás introducirla en la alcancia.

La niña desbordada por la alegría, llenó de besos a su padre y se dirigió al colegio junto a su madre, a quien colmó con más de mil promesas. En el recreo sufrió la tentación de comprar una golosina, consiguió vencerla y logró volver a su hogar con la moneda.

Lo primero que hizo al llegar fue acomodar un banco junto a la alacena donde estaba la alcancía y estiró su brazo hasta hallar la hendidura que por su estatura no podía observar y cuando sintió por fin el oscuro vacío dejó caer la moneda en la alcancía, disfrutando por primera vez del delicioso sonido que causaba la moneda al caer.

Al día siguiente la niña no recibió ninguna moneda, pero como era conciente de la situación de su familia celebró el hecho de tener al menos una moneda. Sus padres que apenas podían brindarle un plato de comida al verla tan entusiasmada con su alcancía no sabían como complacerla. Ellos pensaban que la nena el primer día gastaría su moneda y la cosa quedaría en el olvido pero no habían contado con las voluntad de su hija.

Una semana después el padre llamó a su hija y le hizo entrega de una moneda. La niña agradeció muy emotivamente y le dijo que no necesitaba otra moneda que estaba muy contenta con la que ya tenía, la madre se conmovió y le prometió que de allí en más cada día, recibiría una moneda respetando siempre la condición impuesta por su padre, no gastar la moneda en el colegio.

Con el transcurso de la semana la inteligente niña notó que la preocupación de sus pares se agravaba, entonces se negó a aceptar la moneda que le ofrecían argumentando que no debían sacrificar sus vidas por el tesoro de una niña, paro los padres desoyeron las razones de su hija y cumplieron día tras día con la  promesa que habían hecho.

Y así fue que una tarde, al volver del colegio, la voluntariosa niña intentó introducir la moneda en la ranura de la alcancía y se alegró al ver que no podía hacerlo, púes ello significaba que la misma se encontraba llena. Con una sonrisa buscó a sus padres para darle la buena noticia y éstos visiblemente emocionados la acompañaron hasta la alcancía, la madre lloraba y el padre estaba consternado, la niña le pidió al padre que bajara la alcancía y trajera su martillo porque quería ser ella quién descubriera el tesoro. La niña estaba con el martillo en la mano cuando  el padre le preguntó: ¿Qué haría con el tesoro? El tesoro es para ustedes porque los quiero mucho y lo necesitan más que yo. La madre se desplomó sobre una silla y comenzó a llorar desconsoladamente, el padre soltó una lágrima y tomó con fuerza el hombro de su mujer.

La caritativa niña al ver la emoción de sus padres liberó una orgullosa sonrisa y alcanzando el martillo lo descargó con todas sus fuerzas pero enorme fue la sorpresa de la niña cuando advirtió que no eran monedas lo que estaban desparramadas sobre la mesa, sino una gran cantidad de chapitas sin valor alguno. El rostro de la niña sufrió una abrupta transformación, sus ojos se llenaron de lágrimas en un instante, su corazón se partió en mil pedazos como la alcancía, buscó refugio en su madre y acomodándose sobre sus piernas les dijo: “les aseguro que yo guardé cada una de las monedas que me dieron, no sé como llegaron esas chapitas a la alcancía, jamás me compré golosinas en el colegio, ni eche chapitas en la alcancía, les suplico me crean.

-Ya lo sé- dijo la madre entre sollozos, ambos te creemos, nosotros somos los culpables, no te merecemos. Por favor perdónanos, sos la nena mas dulce y nosotros los padres mas crueles, espero que nos perdones cuando sepas que fue lo que hicimos, dicho esto se produjo un extenso silencio. Entonces la niña inteligente llegó a una dura conclusión, la niña tomó la moneda que no había puesto en la alcancía y se la alcanzó a su padre que se había alejado por la vergüenza que sentía.

-Aquí tenés papá- te entrego la única moneda que tengo, es mi humilde tesoro, no te avergüences de lo que has hecho, estoy segura que necesitaban el dinero mas que yo, además eran tus monedas, vos me las diste, no se sientan culpables me hace mal verlos tristes.

El padre abrazó a su hija como nunca antes lo había hecho y le rogó encarecidamente que lo perdonara. La madre le confesó toda la verdad: “Lo cierto es que siempre tuviste la misma moneda, es la única que pudimos darte, estábamos desesperados por complacerte y solo se nos ocurrió esta estúpida idea, solo te pido que creas que lo hicimos con la mejor de las intenciones.
–Pero ¿cómo es posible? Preguntó la niña.
-Mira tu padre hizo un pequeño hueco en la parte de atrás de la alcancía y de noche iba y sacaba la moneda que vos habías puesto y la reemplazaba por una chapita.
Pensábamos que te ibas a cansar de tu alcancía pero con el tiempo nos dimos cuenta de que sabías muy bien lo que querías y nuestra preocupación aumentaba cada día porque se acercaba el momento en que rompieras tu alcancía.
Lo único que me da pena es que ahora no puedo darles el tesoro – dijo la niña-. –El tesoro eres tú hija mía- dijo el padre.

Después de estar abrazados un rato se fueron a celebrar los tres a una heladería, una vez allí la nena se desprendió sin ningún reparo de su moneda y compró tres helados. Cuando terminó el helado la niña se acercó al heladero y le pidió que lavara el vasito por que quería conservarlo.

Al llegar a su casa sus padres comenzaron a sentirse mal el helado les había caído pesado, (la nena los había envenenado), pasados diez minutos murieron de manera cruel.

Hoy la nena es ya una mujer y es millonaria y guarda en un vasito de telgopor las cenizas de esos dos hijos de mil putas.

FIN

PD.: Hijo mio la felicidad esta hecha de pequeñas cosas una pequeña casa, un pequeño auto, un pequeño yate y una pequeña mansión.

PD1: Hay que luchar por los sueños. Mi sueño es que a Facundo Pastor lo agarren cuatro fumapacos y lo violen en cámara.

PD2: Ayer vi Filadelfia en la casa de mi hermana, en un momento lo miro a mi cuñado Chris y veo que llora, entonces le pregunto ¿Qué te pasa? y me contesta desde King Kong que no lloraba asi.


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