jueves, 23 de diciembre de 2010

Culpas y escondites

La lucha de la memoria es contra el olvido, pero el tiempo obra misteriosamente y el olvido es su aliado.  Se escuchan los gritos, aún hoy después de cuarenta años de aquello, se escuchan los gritos. Sobre todo en las noches de soledad, aletargado en sueños, cuando mis manos no encuentran amparo, ni mis lagrimas consuelo. Y a pesar que cierro los ojos, desvío los pensamientos, no puedo lograrlo. La figura oscura, de pie en la puerta siempre me alcanza y entonces comienza a sangrar.

Me despierto aterrado, sin gritos porque ya no me quedan de tanto gritar, El silencio es quizás la aguda respuesta al horror que me consume, que me destruye como persona. No preciso tocar las sábanas, se que están mojadas. Me levanto y enciendo las luces como si acaso  pudieran protegerme del pasado, como si fueran mágicas y me devolvieran la felicidad. Las noches se suceden con fatal reiteración sin faltar nunca a la cita. Por las mañanas camino al trabajo aturdido, falto de sueño, en la oficina me hablan de cansancio, del estrés, pero nadie entiende porque a nadie le explico. No hace falta, no necesitan saber. Los terrores son míos y de nadie mas. Los pies se vuelven plomo en el camino de regreso, como si no quisieran volver. Los entiendo a veces me imagino doblando en una esquina desconocida y despertando en una vida distante con otras preocupaciones, nuevos rostros y un pasado diferente, pero es como desear estar en un bosque. Camino mirando a los pies esperando que milagrosamente le salgan alas y me lleven volando.

Pero nada de eso sucede, las baldosas se suceden con áspera familiaridad con sus mismas rajaduras, sus roturas y desniveles. Mi casa se erige como un monstruo delante de mis ojos. Siento que me engulle cuando entro en su interior, y pierdo pedazos de conciencia. Aunque no es la casa, es el ayer. Me encierro dentro de sus paredes y las sombras hacen su paso diario de  espíritus y fantasmas y mi mente se encarga del resto, trayendo a la fiesta los ruidos y sensaciones. Los sueños y la vida parecen dos mundos paralelos conectados superficialmente por el hilo de mi imaginación.

Me acurruco en un rincón, esperando que los recuerdos no me encuentren. Pero es una batalla perdida, incluso antes de comenzar. La perdí aquella noche, la noche de los puñales, de los gritos. El espectro y mi mente saben de culpas y escondites, de casas vacías y silencios profundos y allí siento su andar monstruoso merodeando mi casa, escucho sus pasos cercanos, entonces los recuerdos se sientan a mi lado trayendo pedazos del ayer oscuro y  ya no logro ahuyentar a la fiera que me amenaza. Y me convierto en un niño nuevamente y siento que camino a tientas, abriéndome paso en la oscuridad, hasta explorar los inhabitados recintos, los vericuetos, las cuevas insondables, los sitios escondidos. Y resulta tan opresivo, tan irrespirable ese último intento por escapar  de esa prisión.

El reloj de pared, esclavo del tiempo, avanza sin piedad. Una cuchilla afilada, rebanando todo a su paso. El sueño me vence y a pesar del esfuerzo me rindo. Me entrego a la cama, al pasado. Siento como se trepa por encima del colchón, como sacude mis sábanas y penetra en mi mente, en el límite entre el sueño y la realidad y vuelvo a tener nueve años, a estar solo en la misma habitación, que ya no existe, a escuchar pasos, a ver la puerta del dormitorio de mis padres, que tampoco existe, a ellos parados allí, la explosión de los gritos de ellos y luego el inevitable charco de sangre. Ecos que aún retumban en mis oídos, ecos sordos, los gritos de cada noche, de esa noche. Y luego el silencio sepulcral, el silencio que era un grito de auxilio sin poder pronunciarse. Los pasos, la puerta abriéndose y la figura oscura, imponente, que mira desde el piso herido. Lo miro con ojos asustados, sabiendo que me estaba orinando en ese momento. Lo miro otra vez hoy a pesar de que ya no está. Lo miro en aquel instante mientras gritaba ¡Me lastimé!, fue un accidente, lo miro clavándome los ojos y me entrego a la muerte.

La sangre avanza en el piso, la pared, las sabanas, el colchón. Y me quedo quieto, pensando que estoy muerto y sin moverme permanezco allí por una eternidad. Cuando llegan los médicos sigo siendo una estatua. Escucho que dicen que estoy vivo, pero no lo creo. Hasta hoy sigo sin creerles. Pienso que morí ese día, y lo único que sobrevive es el terror y el deseo perverso del destino de querer repetir la escena noche a noche, con el único fin de regodearse con mi sufrimiento, con maldad, jugando con mi desesperanza y el aturdidor sentimiento que solo conoce aquel que vive en el terror.

Recen ahí toco fondo y descubro que es un lugar seguro. Cierro los ojos hasta que desaparece, pero el proceso es interminable, tiene la duración de lo atroz, de lo completamente irracional y recién allí siento que salí del laberinto, que terminó la pesadilla y ya no distingo si tal o cual rasgo es una transcripción de la realidad o la forma en que transcurren mis noches. El espectro detiene su mortal acecho, cierra con furia la puerta de mi casa, intuyo que se escabulle por las calles inundadas de hojas muertas como sus sueños, dejando atrás un atrofiado ensayo de disculpa, tratando de explicar lo inexplicable.

Estoy seguro que una noche su figura oscura del ayer, resucitará a otra de sus muertes y se transformará en realidad otra vez, que ese ser aterrador volverá para  terminar lo que una vez comenzó. Pero si en silencio te temí y en silencio no logré olvidarte, también sé y muy bien que estaré aquí, esperando impávido volver a recaer en la fatídica escena, silencioso, pero para terminar de una vez mi trabajo a medio hacer, como lo intento cada día desde esa noche y cada noche desde ese día.

Pero hoy es distinto, es especial, es la sombra  quien escribe en esta noche oscura  incierta y ofuscada, que parece desvanecerse en olvidos. En la otra orilla de la noche aun hay sueños que esperan, aún conservan su fuerza, entonces por primera vez sé que el olvido es posible… que no habrá mas culpas y escondites, y siento que no habrá mas ataques de pánico, ni eternos condenados, que morí , he muerto miles de veces , no he hecho otra cosa,  y que por fin (Pardo) he terminado mi trabajo. La quiero y gracias por todos estos años.


PD: Mi vida esta basada en una historia real que nunca sucedió. Los eventos y personajes de esta historia son puramente ficticios, cualquier semejanza con la realidad debe achacarse a la febril y malintencionada imaginación del autor (o sea yo, que duermo poco y sueño mucho, maldita bendición). Soy yo protagonizando a la victima y al verdugo. Además todas las historias y personalidades de este blog incluyendo las imaginarias son reales, aunque la muerte a diferencia de los sueños es algo tan real que no se puede imaginar.


PD2: Dice esta canción de Ivan Noble (genial como todo lo que escribe) "Ojala me atreva a ser mas asesino que mis sueños", "Poner en penitencia a mi paciencia para no esperarte", "Discuto con la noche el precio de olvidarte y a la mañana no tuve nada que perder", "Algunas noches te pierdo y algunas mañanas te vuelvo a empatar", "Algunas noches me enfermo y algunas mañanas te vuelvo a sangrar", Algunas noches te entierro y algunas mañanas te vuelvo a soñar".

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