sábado, 18 de diciembre de 2010

Convertite en algo decente

Tuve una infancia valiente, feliz y mágica.  Siguiendo los consejos de mi psicóloga "no debe huir de ningún capítulo de su historia",  ya que según ella es la única manera de saber quién soy.Cuando no sé bien quién soy recuerdo quien era, quien quería ser y saco el promedio. El titulo de este post es en homenaje a mi psicóloga, que cuando lo leyó aquí, me dijo que se cago de risa, y también porque de alguna manera responde a un ruego, a una súplica de mis viejos a lo largo de toda mi infancia. Fui muy travieso, los volví locos y si soy de "Cabeza bien abierta" es porque me la abrieron mis viejos a palazos. Como decía Borges "Cubre la memoria de tu cara con la máscara de lo que serás y asusta al niño que fuiste". Por eso hoy: "Mi infancia", una descripción del mundo en el que vivía, que no estaba tan alejado de aquel que me contaron de grande, cuando soñaba con ser chico...

Estoy viejo pero me acuerdo de todo, además yo nací prematuro, (desde que nací comencé a quemar etapas más rápido). A mi pediatra habría que hacerle juicio por mala praxis. Según Prado (mi psicóloga), los hijos son el deseo inconsciente de los padres, entonces yo pienso "que deseos mas pobres han tenido los míos".

Nací en un hogar muy humilde (en la quema Parque Patricios), mis viejos me tuvieron de grandes, a veces pienso lo que deben haber sentido, porque yo era un niño travieso. A los seis años nos mudamos a la calle Corrientes, a cuatro cuadras del obelisco. Recuerdo mil travesuras por ejemplo me encantaba escupir las semillas de mandarina a la gente que caminaba por Corrientes, "No juegues con la comida me decía mi vieja, cuando hacía montañas con el puré y me cagaba a palos, no se daba cuenta que estaba impidiendo mi desarrollo creativo. La puta madre olvidé de pedirles a mis viejos que me peguen un poco mas, así me sentía un poco mas traumatizado.

A los reyes le pedí una bicicleta y por supuesto no me la trajeron,  Mi vieja me llevó a ver a los reyes a Gath y Chávez, todavía me acuerdo de Baltasar con el cuello blanco, al que apenas vi le dije: "No me trajiste la bicicleta, si tenes huevos vení solo negro puto"

Ante esta situación, mi vieja oyendo el consejo de los vecinos decide enviarme a un colegio de curas, el "Monseñor de Andrea", porque en un colegio del estado según ella me iban a echar (de paso me exorcizaban). !!!Que error¡¡¡, después dicen que la naturaleza es sabia (si fuese sabia Bonelli no podría ser periodista y Ricardo Fort sería neozelandés), era un colegio de clase media con maestras nefastas y niños pupilos de sacerdote, el lugar menos adecuado para un niño como yo.

Aplacaron con sus calificaciones y sus amonestaciones la magia de la imaginación que Dios me había dado, no obstante hoy siento que debo agradecer, me servirán como vehículos de las historias que algún día aquí escribiré, pero la aplacaron en parte, jamás perdí  la posibilidad de soñar, de imaginar, pero destruyeron mi autoestima.
En los pesebres vivientes me ponían de burro, a mi vieja le decían "No sobresale en nada", (pero le pone garra). Yo no aprobaba pero por concepto. A la distancia debo reconocer que "Soy autodidacta", la culpa no es de mis maestros. En resumen tengo la inocencia perdida, pero la ignorancia intacta.

Pero había algo que me gustaba mucho hacer en mi colegio primario, a mis nueve...a mis diez años cuando me aburría en las clases o faltaba una hora para irse a casa, le pedía permiso a la maestra para ir al baño. En el colegio había baños en planta baja y en el primer piso, siempre me iba al más lejano, bajaba las escaleras tirándome por el pasamanos, deslizándome. Adoraba salir del aula y pasear, me tomaba mi tiempo para caminar por el colegio que parecía vacío. En ese momento me sentía tan libre que es difícil de explicarlo con palabras, era una sensación hermosa. Paseaba por el patio y sentía el aire, desaparecía casi toda la hora, iba a espiar a mi hermana, sabía que faltaba poco para ir a mi casa y luego a la plaza...era mágico. Todo lo que hay que aprender en la primaria se aprende en el recreo, cuando miraba de reojo el kiosco y no tenía un mango para comprar nada. También aprendí lo que son los curas, éramos veintidós alumnos y yo era el único que no recibía el desayuno que traía una tal Ofelia, (mi vieja no podía pagarlo) y en mis siete años en ese colegio los curas jamás me dieron un cafecito o una medialuna.

Hoy en retrospectiva en un pacto confuso con mis días, días largos de no abandonar luchas y sueños, pienso que eso fue en parte positivo, soy un poco lo que siempre quise ser, lo que me tocó pasar y lo que elegí vivir.

"¡¡Hoy mamá en el colegio me leyeron la mano!!”
¿Y que te dijeron, las brujas?
"Que tenía un uno, que no me vuelva a copiar, que no haga más trampa en los exámenes y que tenes que ir a hablar. Obviamente yo no tenía defectos, sino cualidades que no gustaban al resto. Mis compañeros eran casi todos unos genios, yo (al igual que hoy) odiaba a los niños prodigio y a sus padres. No obstante mi reticencia a la imposición del saber, nadie me quitará el privilegio de ser el primer Puñal en terminar el primario título que enorgulleció a mis padres y sorprendió a la humanidad.

A mi vieja la volví loca, no obstante me enseño a atarme los cordones (a bajarme los pantalones aprendí yo solo). Me cagaba a palos, me decía "En la cárcel crecerás", me amenazaba con la llegada del hombre de la bolsa (una especie de delivery de justicia). Para tranquilizarme hasta incursionó en la química realizando unos preparados, un día me dio uno, se lo dí a mi hermana y casi rompe bolsa, jamás preparo otro.

A los cinco años tenía un payaso de juguete al cual le infligía toda clase de castigos físicos, que patada voladora, doble Nelson, el cortito de Martín Karadagian, piquete de ojos. Pero me molestaba su pasividad, la facilidad con que yo obtenía la victoria me resultaba exasperante, no se resistía, no se defendía. Mi vieja era William Boo. Un día me llevaba a la plaza, yo llevé a mi contrincante de la mano, arrastrando su cuerpo por el piso. Mi odio pedía venganza. Cruzamos la calle Uruguay y en ese momento supe lo que tenía que hacer, le solté la mano al payaso para que un taxi lo pase por encima, le dije a mi mama que fue un accidente y mi vieja corrió y yo me quedé en la vereda disfrutando mi victoria. Me dije ahora si se va a defender el muñeco, pero  cuando vi que mi vieja lo trajo destartalado, sentí una tristeza inmensa (descubrí que podía ser un monstruo). No sirve mas dijo  y lo tiró al tacho y yo me puse a llorar. Mi vieja no perdonó el payasicidio, no volvió a comprarme otro.

Mi vieja compraba el pan en la Panadería Royal (todavía está), Uruguay y Sarmiento. Al llegar decía "Buen día Sr González", "Me da un kilo de felipes Sr. González" "¿Cuánto es Sr. González?, "Gracias Sr. González", "Hasta mañana Sr. González". Un día me mandó a mí a comprar el pan, en la esquina había un linyera que tenía un perro. Yo le puse Sr. González. Un día fue mi vieja a la panadería, volvió como loca "El señor de la panadería dice que te estas burlando de él", "Es que el perro no viene si le decís otro nombre, mamá". Todavía me duele el castañazo.

Mi vieja me miraba y yo intuía su preocupación, me comparaba con mis primos para ver si yo reaccionaba. Tenía un primo Manolito que era como Rain Man pero sin la habilidad matemática, yo ni de bebé era tan pelotudo. Mi vieja lo adoraba, pero mi viejo me decía "Ves a Manolito, bueno Manolito es un boludo. Mi otro primo Nardo tenía unas calificaciones bárbaras, en los juegos de saber siempre ganaba, y lo peor de todo es que con los años me enteré de cómo hacía para sacar siempre la sortija en la calesita, el corrupto del padre coimeaba al calesitero, no podría transcribir lo que esta situación generaba a mi espíritu competitivo, lo recuerdo y aún me broto. 

Pero las sospechas de mi vieja se confirmaron con  la llegada de Maria Sol, que ya de entrada mostró poseer una mente superior a la mía. Jugaba con ella a ¿donde se iba a para la mosca? siempre me ganaba (cuando me mudé a esta casa encontré una mosca en un tarrito, que encerré hace cuarenta años de la bronca, en serio). Estando yo en séptimo (ella en tercero), nos enseño a mi viejo y a mí a dividir con decimales, era obviamente la mejor alumna. Y era "garca", si le pedía el sacapuntas no me lo prestaba porque decía que al terminar de usarlo, yo no lo soplaba, lo escupía y se le oxidaba. Era tan aplicada, que yo que me pase toda la primaria esperando la cartuchera de tres pisos, (nunca llegó), a ella  se la compraron y en primer grado. El otro día se lo recriminé y me contesto "Vos te mereces una vida mejor ¡¡¡Matate!!!"

En el colegio, un desastre, en mi casa no confiaban en mi, pero había un lugar en el que brillaba "La calle" y un lugar en el que era feliz "La plaza", donde aprendí a jugar a pesar de la tormenta. A las ocho años limpiaba zapatos en la calle (le limpié a Ringo Bonavena que me dio una propina equivalente a unos cien pesos de hoy, real), vendía además lombrices y flores que agarraba trepándome a los árboles, para ayudar en la economía de la casa.

En la plaza Lavalle bajo un árbol que todavía está, (lo planto el mismo Lavalle), pasaba yo mis días, era mi espacio, mi abismo, donde la magnolias no siempre brotaban, las lombrices a veces aparecían, con mi ropa de vagabundo soñador, y mis anteojos (anteojito me decían). Un día sentí "Soy tu árbol, no te duermas, ve tras el bosque". Ante esta situación irremontable (pensé), lo mejor era cortar el hilo y que se vaya el barrilete.

Si fuera cierto que se gana dinero con el sudor de la frente a esta altura yo ya debería ser millonario, porque en la calle laburé de todo. A los ocho años aprendí que cuando los caminos se hacen duros, solo los duros caminan, la calle Corrientes me tiraba piedritas a mi ventana, me calzaba el traje de superhéroe, me calzaba "El  coraje" y salía. A los nueve años lustraba zapatos en los Cabarets de la calle Maipú, a los diez ya cambiaba divisas, andaba por la vida y sin rueditas. A los doce atendía la verdulería de mi viejo (donde hoy es el complejo la plaza). Nos fundimos (como siempre).

Después de la verdulería fui a trabajar en una veterinaria (Sarmiento y Montevideo), que también vendía plantas (yo no diferenciaba entre un cactus y una azalea). El dueño me contrató por las figuras que hacía en la verdulería para atraer clientes. Ya en la veterinaria y como recurso de promoción se me ocurrió organizar carreras de tortugas. Todos los domingos en la vereda del Teatro San Martín (enfrente del local) se habilitaba el tortugometro y los pibitos del barrio venían con sus mascotas y sus abuelos. El torneo duró un año, los chicos entrenaban a las tortugas de los modos más insólitos y ellas corrían contentas y participaban felices.
Fue un éxito, yo laburé dos meses, después me fui a laburar a una Escribanía, pero me seguían contratando para los domingos a la mañana. El premio que se llevaría el ganador era un monito llamado Saturnino (yo le puse el nombre por un pato que había en la televisión), que observaba las carreras desde su jaula, como sabiendo que allí se jugaba el destino, y se iría a otro lugar que sería su casa para siempre. Uno de los chicos concursaba con Josefina, una tortuga de tamaño mediano y velocidad asombrosa. Juancito entrenaba a Josefina todos los días y yo lo veía desde la veterinaria, Josefina era una tortuga mimosa le gustaba que le toquen el cogotito, ella misma se frotaba contra la mano y salía caminando.
Los domingos lucia la "S" de superman sobre el caparazón, una cábala que la distinguía del resto (idea del abuelo) y hacía que tuviera cada vez  más simpatizantes alentándola.. Cada tarde después de entrenar a Josefina. Juancito venía a la veterinaria a visitarme y saludar a Saturnino, mientras yo regaba las plantas del negocio.
Juancito amaba a Saturnino, el dueño se lo sacaba de la jaula para que lo mimaran. Amor puro. Yo sabía que Josefina ganaría el campeonato y Saturnino iría a un hogar donde lo amarían. El único inconveniente lo constituía la mamá de Juancito, quien no quería al mono en la casa, pero el padre, los abuelos y el hermano (amigo mio) lo apoyaban y yo pensé se acostumbraría y terminaría aceptándolo en la casa.
El niño hablaba todo el tiempo de cómo sería su vida cuando por fin el mono se fuera a vivir con él y todas las cosas que compartirían. Y llegó el gran día, si bien todos los participantes sabían que Josefina sería triunfadora, por su velocidad arrasadora, se presentaron con sus tortugas a participar de la final, que se vivió como una verdadera fiesta (todavía recuerdo que me dolía la mandíbula de tanto inflar globos, Marisol me ayudaba, recuerdo también que me cobró)
Que gran evento, no faltó nadie, la vereda del San Martín estaba llena de gente, amigos de concursantes y barrio a pleno. Algunos traían sillas, reposeras y banquitos. Fue muy emocionante, sobre todo el momento en que Juancito, besó a Josefina y le dijo que la amaba, todos nos emocionamos. Yo siempre puteaba porque después de la competencia me tenía que quedar a limpiar la vereda y juntar los papeles que los chicos tiraban. Pero ese era mi último día, iba a extrañar a los chicos, (yo era el ídolo, el organizador). Como era de prever Josefina parecía dopada ganó de punta a punta, y Juancito y su madre cruzaron a recibir el premio, el dueño de la veterinaria abría el local esos domingos, era el día de más venta (no era boludo). Juancito estaba raro, no puedo decir exactamente ¿Como?, pero no era el mismo de siempre.
Cuando escuché a su madre preguntar si podía canjear al mono por su valor en plantas, entendí todo, mejor dicho no entendí nada. Que hacía ese niño que había soñado con su mono todo el año, en el momento que estaba por lograrlo, se quedase tranquilo viendo como su madre lo cambiaba por begonias. ¿Como ese nene ahora estaba tan silencioso?, sin reclamos, ni llantos. Cuando el dueño le preguntó ¿Cómo lo había convencido?, ella simplemente le pidió a su hijo que nos mostrara lo que le había regalado, del pantalón sacó una pistola verde con lucecitas. Muy sonriente me apuntó y nos lleno de ruidos extraños que emitía ese arma de juguete.
El dueño se rió, yo me hice el muerto y payaseando gritaba desde abajo del mostrador !!!Juancito me mataste¡¡¡ y el nene no podía parar de reírse.
¡¡¡Y si, me mataste, ese día Juancito me mataste!!! Lo sobornaron y el pibe se vendió. Así de simple. Así de triste. Al mono se lo terminaron regalando a un jubilado que lo adoraba, y lo llevaba a la plaza, fueron felices. ¿Cuanto vale dejar de lado todos los sueños y cuanto los principios? Ese día aprendí que no todo tiene precio, aunque hay padres que inculcan, que lo sagrado es sagrado hasta que se le pone precio. Piensen en un precio que jamás pagarían.

Hoy vivo en la misma casa y camino por Corrientes y siento que tengo vivo el niño que todos llevamos dentro, me conozco todas las baldosas flojas del centro (pero siempre aparece un pelotudo que pasa, pisa fuerte y me empapa), es mi lugar, librerías, música, teatro, cafés etc., en otro lado me siento "Sapo de otro pozo", es mi lugar en el mundo. Camino y paso por lo que era mi colegio, y no recuerdo lo que allí sufrí, y me imagino de niño con mis orejas grandes y mis anteojos, y me guiño un ojo y lo (me) veo alejándose en silencio, al irse se da vuelta y yo le regalo una sonrisa por el "No recuerdo".
Otras veces sigo a ese niño, a esa sombra, hasta el Pasaje Rivarola y de su cara veo cayendo dos sombras de gotas y también lo saludo, el me saluda y yo también lloro, sigo caminando y comienzo a reír cuando pienso que sigo siendo un niño "La pelota que arrojé en la Plaza Lavalle al aire, aún no ha tocado el suelo.....



PD. En el post "Lo mas pancho" hice referencia a Andrés M., el dueño del colegio donde concurrieron mis hijos. Me he enterado que ha sufrido un ACV y que internado tuvo un infarto y le ha sido colocado un marcapasos. Desde aquí y con todo el cariño le deseo que se recupere pronto.

PD1 A los que mandan mensajes criticando lo variado de mis posteos. Vieron que hay gente que tiene doble personalidad, bueno yo tengo nueve. Por favor, si me van a decir que estoy chiflado, ahórrense la molestia. A los que leen estos textos en búsqueda de la verdad, no la encontrarán aquí, pero merecen el castigo de encontrarla. Y si no les gusta quédense mirando Gran Hermano, que espero que este año tenga muchas más cámaras (de gas).

PD2: En el colegio "Carlos Pellegrini" han elegido a Jorge Fornasari como rector, un amigo desde hace mas de veinticinco años, sus pares lo cuestionan alegando que está de licencia hace años, cosa que no es tan real, mi hija Copy lo tuvo de profesor de matemáticas, es un tipo de extraordinaria cultura y un gran docente.
Siguiendo con las noticias reproduzco textual;
"Este señor es como Atila. Es el Atila del siglo XXI, en el cual después que pasaba por un lugar no se permitía más que creciera el pasto. Esto es lo mismo, donde pasa él no se permite que crezca la educación pública"
 La autora de esta autentica gema de la claridad conceptual, de analogía, de historia y plagada de  pureza idiomática a la hora de la construcción de oraciones es la ex  rectora del colegio Nacional Buenos Aires, Virginia González Gass y se refiere al rector designado del colegio.
Una vez superado el primer impacto, identificada la idea principal y revisados los enlaces de cada oración. Pareciera que esta simpática profesional cree que el rey de los Hunos poseía una suerte de guardia pretoriana muñida de tijeras que cortaban el pasto con posterioridad a sus pisadas y con los suficientes conocimientos de jardinería para impedir su nuevo crecimiento. Si esta señora profundizase un poco en la leyenda se daría cuenta que la misma no se refiere a Atila sino a Othar, su caballo, del cual se decía que por donde pisaba no volvía a crecer el pasto. Esto pone a la comparación de esta erudita en inconvenientes bastante severos, si es que su talento para la construcción de las frases no constituía ya suficiente obstáculo. Habla de una prohibición, y no de un resultado producido por una condición -mágica o no- del sujeto, que para ella era Atila, cuando quien la poseía era su caballo.
También tuve oportunidad de escuchar al actual rector y su manera de expresarse es como mínimo penosa. No sé, si se les debe exigir construcciones sintácticas y/o gramaticales, armado correcto de frases y conocimientos de gramática básica e historia (huno en historia licenciada), después de todo son simples docentes y no jurados de "Bailando por un sueño". Tengan ustedes un educativo fin de semana.


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