domingo, 24 de abril de 2011

Huevos en Compota

Era una fuerza devastadora, intangible. El aroma en el aire no ofrecía tregua. Ajenos al mundo, los demás transeúntes pasaban sin percibir ese bálsamo. Yo estaba parado en la puerta de mi casa fumando un cigarrillo que me protegía de la fragancia acechante, el mismo vaho embriagador que me asedió aquella noche, años atrás, cuando la tragedia me signó, envolviéndome con una mortaja para la eternidad, tan invisible como real.

Entonces me apersoné y dije en tono resuelto "OK. El plan de marketing funcionó, dame el huevo de Pascua que vengo oliendo desde hace media hora". Y el gordo provisto de un gorro y un delantal de cocinero interrumpió la elaboración del chocolate en esa vidriera nefasta de la bombonería lindante y me preguntó ¿de qué tamaño lo queres?

El más grande que tengas -contesté- pero la canchereada me salió cara, por no decir me costó un huevo y la mitad del otro.

Para nosotros los diabéticos el domingo de Pascua es una tortura que hay que soportar una vez por año. Como los chequeos médicos, el día de San Patricio y los discos de Arjona.

Cuando el cerebro quiere una cosa y el estomago otra,  lo mejor es preguntarle a los huevos. Llegué a mi casa rompí el huevo con tal desesperación como si dentro estuviera la receta de la felicidad eterna o algo así  y me lo mandé todo de un saque. ¿Cuándo te das cuenta de que un huevo está listo en el microondas? Cuando explota. Lo mismo me pasó a mí, EXPLOTE, mi glucemia se elevó a niveles indecibles, cuando llegué a la guardia de la Swiss Medical tenía hasta la vista gorda, del shock hiperglucémico.

Mi psicóloga considera que se trató de un intento de suicidio, un huevicidio. Y puedo asegurarles que existen los huevicidios porque presencié uno. Una vez estaba yo haciendo una tortilla y uno de los tres huevos sobrantes se empeñaba en rodar por la mesada, estaba vivo. Terminada la tortilla me dispongo a comerla y cuando me encontraba devorándola veo cómo el insistente huevo rodó por la mesada y cayó al piso. Yo vi toda la escena, quedé perplejo y no atiné a correr en su ayuda, dejé que ruede y quedé observándolo ya estampado sobre el piso de la cocina. Ese día aprendí que los huevos se suicidan y también puedo decir que estuve “en el funeral de los huevos rotos”.

No solo se suicidan, a partir de ese día siento que los huevos me odian. No le encuentro el punto al huevo poché, si me pongo a batir claras a nieve no logro jamás el punto óptimo, así bata hasta quedar al borde de un infarto. No me es tarea sencilla pelar los huevos duros, le arranco toda la clara especialmente cuando me llevo el tupper al cine. Y muy a menudo se me paspan los huevos y se me inflama el escroto al escuchar ciertas huevadas.

A veces estoy a punto de hacerme una dermoabrasión en las bolsas de los huevos. La gente sin cojones me rompen los huevos. Además estoy empezando a sospechar que la falta de testículos en el cuerpo femenino es lo que hace que el 99% de las mujeres (acá incluyo a todo tipo de parentesco o cercanía, abuela, madre, esposa, novia, hija, hermana, prima), no comprendan o no terminen de comprender el concepto "NO ME ROMPAN LOS HUEVOS", es la única explicación científica que le encuentro. Del contacto con las mismas a lo largo de mi vida, he quedado con un esguince de huevos, que ya a esta altura es irreversible.

Mis razonamientos mentales de un tipo con la glucemia alta me llevan a pensar que yo debo haber salido de una cosecha transgénica porque no maduro, me pudro al igual que los huevos. Siento que la vida me dice "no le busques el pelo al huevo, seguí chupando"

Pappo decía "No puedo evitar que vengan a mí los sanguches de miga", lo mismo me pasa a mi con los huevos de Pascua. A pesar de todo, cuando llegué a casa desde el sanatorio, miré el envoltorio del huevo ingerido íntegramente y le dije "pensaste que habías batido al enemigo" como Moulinex, pero no, estoy vivo y como venganza voy a ir hasta la heladera, voy a  agarrar los huevos que tengo y a cagar a huevazos a los que gritan por Corrientes a las tres de la mañana.

Avanza la diabetes, cada vez soy mas dulce. Para soportar ser yo realmente hay que tener huevos. Hay momentos en los que me quiero rebanar las bolas en juliana, por ahí tengo suerte y me desangro. Cuando la realidad estorba, la escritura es una excelente línea de fuga. El resto son placebos como los huevos de Pascua.

Sé que este dulce post es el reflejo de la mente de un desviado, pero además tengo una gripe como para declararle la guerra bacteriológica a algún país vecino. Espero volver el domingo que viene como el ave Fénix, pero ahora siento que estoy en pleno proceso de chamuscación. Siento que la parca sigue recalculando.

Si mi salud no mejora y me sigue rompiendo los huevos, me voy a meter en la bañera con el secador de pelo, el nebulizador y la Moulinex (en la que voy a introducir los huevos), así además de morir electrocutado quedo con los huevos procesados.

Y si, al igual que las personas, algunos huevos me odian y a otros los quiero, especialmente a aquellos que adquiriendo vida propia, han crecido conmigo  y han alegrado mi infancia y la de tantos niños  como Pepín Cascarón de Dante Quinterno, Humpty Dumpty y  Huevo Duro el entrañable amigo de Condorito. A todos ellos mi más sentido homenaje en este día.

PD. A los que me critican por mis post les comunico que si bien este es el blog de las aceptaciones, acepto críticas, también dinero. Pero debo admitir que me caen como una patada en los huevos. De todos modos, me estoy mentalizando para que  todo me chupe un huevo como a Damehelio, la diferencia es que ella fue alimentada con huevos de ñandú.

PD1: Perdón estoy medicado.
Pdos:  Clase practica de como romper un huevo de pascua!!



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