domingo, 10 de abril de 2011

El Pimpollo

La ciudad es una sumatoria de relatos. Esa tarde llovía. Yo venía esquivando charcos y realizando saltos de ballet al mejor estilo Julio Bocca para evitar mojarme más de lo que ya estaba. En eso veo que en dirección contraria viene un viejo compañero de facultad. En medio de la calle a los abrazos y tras las preguntas de rigor por la salud de mi hermana, mi vieja y su perro (ambos fallecidos). Yo comencé con la enumeración de mis dolencias por la diabetes y su  sintomatología. El por su parte, siempre fue de los que en cualquier ocasión meten su propia experiencia, su anécdota, diríamos un auto referencial. Ricardo Rubén (nombre ficticio), conserva aún ese espíritu de ganador y fanfa que siempre lo caracterizó.

Ricardo Rubén mantiene las mismas certezas que antaño cuando para nosotros, sus compañeros, era un verdadero oráculo, nos revelaba en nuestra pequeñez en un tema esencial para el desarrollo de nuestra autoestima. El pisaba fuerte, era el muchacho que conquistaba a todas las minas, el fachero, el langa, el que se llevaba a la más linda del baile, el que se apoderaba de la diosa del curso. Era de los que están bronceados en junio (es de garca), su pelo rubio, sus ojos claros, sus bigotes, su elegancia, su simpatía,  y sobre todo su encanto.

Todas las semanas con Claudio y Miguel escuchábamos sus proezas en el café de la facultad, nos caracterizábamos por nuestra ineficacia en cuestiones del amor, éramos de los que siempre planchábamos en los bailes y en la vida. Y ante la pregunta ¿Che Ricardo Rubén como te fue con la minita?  La respuesta era siempre la misma "Y me la tuve que garchar". Era el ganador relatando sus conquistas a nosotros, los eternos perdedores. Claro está.

Ese es el recuerdo que conservo de él. El brillando, descollando con su popularidad y su pinta, y nosotros haciendo cebo. Y eso mismo sentí en ese momento parado en la Diagonal, sentí que la vida me ponía en un camino que ya caminé, en un dejavú, me encontraba ahí con el mismo protagonista que en mis años de facultad, con más achaques él, con más desilusiones yo.  Comenzaba otro relato, yo aprestaba mi oído, pero sin poder dejar de ver cómo la vida hace estragos, cuán cruel es el paso del tiempo, sobretodo para aquel a quien le cuesta asumirlo, sus años dorados evidentemente se terminaron, su pelo ya raleado e insuficiente presentaba un tono poco natural debido a la tintura (Carmela) utilizada en demasía, se dio una biaba bárbara (se te fue la mano hermano) y su panza está a dos capuchinos de la gordura mórbida. Tiene más ojeras que Fernández Meijide, sus dientes amarillentos y un aliento a cigarrillo de gordo fumón (o si prefieren un circulo vicioso) que te voltea. Vistiendo a lo canchero, como un pendejo, talvez en su afán de no dimensionar su decadencia pero logrando absolutamente lo contrario. Ricardo Rubén en pocas palabras está hecho pelota, lo que sí conserva, es su histórica gracia. (Esta descripción de su metamorfosis devastadora, carece de envidias, quiero aclararlo)

"Estoy en todo lo que es  mesa de dinero", me dice  "Me está yendo muy bien, tengo unos cuantos pesitos ahorrados", (no se porque pero cuando escucho pesitos pienso que me están por cagar). Estoy salvado, es más si quisiera no necesitaría laburar más. ¿Pero que hago todo el día en casa? Me volvería loco.
Asiento con una sonrisa y no se me ocurre otra cosa que caer en la adulación barata y le digo "Además estas igual". Si no  me apuran soy bastante bueno mintiendo. Pongo cara de entendido y todo. ¿Y Roberta como anda? -pregunto-

Y ahí anda, más o menos, ¿te acordás lo linda que era? Bueno, nada que ver,  se dejó estar, está muy gorda, no va al gimnasio, se la pasa jugando al Burako, no sale de casa, ayuda a las nenas y se la pasa todo el día limpiando  ¿Te acordás como limpia?
Cierto, -no me acuerdo pero le miento-. Si no me apuran soy bastante bueno mintiendo, pongo cara de entendido y todo.

Con ella no estamos bien ya hace mucho, ya no tenemos temas de que hablar, no salimos nunca, no se arregla, lo único que le gusta es limpiar, ¿Vos te acordás como deja los pisos?
Claro que me acuerdo, le digo y paso mi mano izquierda por la frente para reforzar mi cara de entendido. Si no me apuran soy bastante bueno mintiendo. Pongo cara de entendido y todo.

Roberta está siempre deprimida. Cada día se parece más a la protagonista de  Misery.  El matrimonio no da para más pero no tengo huevos para pedirle el divorcio. Ya no la toco ni con una caña, no me la banco más negrito, me dice palmeándome la espalda.
Odio que me palmeen la espalda y que además me digan negrito, no tolero tal confianza gestual y verborrágica.

"Lo que pasa es que me da pena, sigue enamorada, como hace veinticinco años". Es sorprendente descubrir citas que hace unos años podían pasar de largo, y pasan a cobrar importancia de acuerdo a la experiencia vivida. (Un consejo es tratarlas bien, estar atento a sus necesidades, decirles cosas lindas y ser sincero acerca de lo que sentimos. Ser buenos y estar siempre a su disposición. ¡Cuidado!... no se equivoquen lectores este es un consejo para que se escapen, eh, ojo.)

Y la entiendo a Roberta "Vos estas hecho un pibe". Esto lo pienso pero no lo digo, por supuesto.
Poco recordaba de Roberta y era que tenía una enorme colección de miedos. Algunos de ellos contradictorios entre sí. Por caso, Roberta, tenía miedo al compromiso y miedo a quedarse sola. Miedo a tener hijos y miedo a no poder tenerlos. Miedo a la rutina del trabajo y miedo a los cambios. En fin, como dije, una colección de miedos. Y se sabe que los miedos paralizan. La vida de Roberta hacía años que estaba detenida. Un día de esos cursando  una materia conoció a Ricardo Rubén. Ese día fue de aquellos que no se olvidan fácilmente porque a partir de ahí su vida cambió. Cuando Ricardo Rubén  la enamoró, Roberta se sintió segura. A partir de esa seguridad, fue perdiendo sus miedos. Se casó con Ricardo Rubén y sintió tocar el cielo con las manos. Tuvo dos hijas, tal cual quería Ricardo Rubén. Dejó de trabajar, dejó de estudiar como era el deseo de Ricardo Rubén. No más polleras cortas o mostrar mucho las tetas, al gusto de Ricardo Rubén. Fue dejando de ver a sus pocas amigas, que al decir de Ricardo Rubén  eran  todas putas...
Se hizo eximia cocinera, haciendo los platos que le gustaban a Ricardo Rubén y limpiaba como a Ricardo Rubén le gustaba. Y en la cama... bueno, en la cama las cosas eran como decía Ricardo Rubén, qué duda. Se fueron yendo los años, todos sabemos qué rápido pasan, y Roberta no sintió ningún miedo. Quizá no se dio cuenta o nadie, por miedo, le advirtió que no pudo vencer al último que le quedaba. El miedo a vivir una vida propia.

Volviendo a Ricardo Rubén, y  como era de esperar pasamos a referirnos a las minas, a sus conquistas, a sus historias de metro sexual (yo gracias si llego a diez centímetros). Bla bla bla y más bla bla bla evocando momentos imborrables de sexo desenfrenado (sin freno de mano) en su época estudiantil. La de él, la nuestra cuatrimestre tras cuatrimestre discurría enhebrando ilusiones y descosiendo fracasos.

En un impass, me dice: ¿Por qué no te venís a tomar un café, conoces mi oficina y de paso ves a Yésica la secretaría que tomé? No sabes lo que es... tiene 21 años, está que se parte sola. Además me admira para ella soy un dios (Si,  Buda pensé pero no lo dije por supuesto), es tiernita, un amor, es muy ingenua la pendeja.  Y ¿Que tal dije? ¿Pasa algo? le pregunto haciendo uso del retraso mental que me impide llegar a conclusiones evidentes "Y me la tuve que garchar" me contestó y agregó "sabes cuales son mis principios". Es bueno tener principios, el problema es no tener final  -discurrí pero callé-

"Yésica es una mina para mi", es muy atractiva, rubia, esbelta, cariñosa, compañera, divertida y juguetona. Pensé "Necesito lo mismo, ¿y si me voy a comprar una Golden Retriever?". Me la empomo en la oficina dijo, no sabés lo que es "echarse un polvo en el laburo", entre reunión y reunión, es lo más... Y aparte tiene todo firme, en su lugar y siempre está dispuesta….y es re pendeja,  me siento hecho un toro, más viril, estoy rejuvenecido concluyó. A mi mente vino la frase de Confusio: “ El hombre tiene la edad de la mujer que lo ama”.

"Venite a tomar un café a la oficina, es acá a cincuenta metros" De paso la conoces a la pendeja.
Asiento con una sonrisa "Y claro, te la tuviste que garchar..." como no se me ocurrió, lo mismo que en la facultad. No supe que excusa poner a su invitación. Dios me privó de la habilidad de contestar cuando estoy acorralado, tartamudeo y digo cosas incoherentes e inconexas, pero me dio otras, soy muy avezado jugando al tetrix. "Bueno vamos" -dije-

Llegamos a la oficina. Saludo a Yésica, que está  buenísima, como comer pollo con las manos, un somero análisis de su vestimenta me permite determinar que lo de esta chica no es el hábito, lo suyo es el conchero.

Ingresamos a su despacho. "A ver, PIMPOLLO…nos traes un par de cafecitos" -grita- y por lo bajo me dice " La tengo muerta, está remetida, soy su ídolo" No sabes lo que es, nos fuimos el fin de semana a Punta del Este y la pasamos bárbaro, pura acción y adrenalina. Lo que fue ese viaje, me agarró la comezón del séptimo año. (A veces la comezón del séptimo año termina con la amputación del pene), - callé, continué subvencionando su ego-.

“Si junto coraje, me separo de la gorda y me voy a vivir con esta mina a PUNTA, y me la paso en sunga en la playa garchando hasta morir”. Sólo atine a decir ¡¡¡Que bárbaro!!!...

Yo insistía en  contar mis penares, lo que cuesta vender un sistema (el 84% del software en la Argentina es pirata. Y de los maridos, también), que sigo luchando por cumplir mi sueño ¡¡Tener guita!! (Hasta probé con vender La Solidaria), hoy tengo una pelea extraña con la vida que a los veinte no imaginaba. Pero sigo porque: "Luchando por mi sueño, traté de justificar mi vida...casi diría de hacérmela perdonar"...

Me interrumpe nuevamente "No viejo, estas equivocado"…vos tenés que renovarte un poco, anotarte en un gimnasio, ir a la cama solar, empilchar de otra manera y te coges una rubia siliconada por semana, hasta que encontrás una minita como Yésica que es ¡¡¡Mostrable!!! Ahora con la pastillita llegas al tercero sin problemas. "Le das hasta que Ricky Maravilla descubra que tiene el petiso". ¿Te parece? balbuceé en un tono de vos del que no salí bien parado (Ni erecto). ¡¡¡Querido!!! Del filosofo contemporáneo Winograd en adelante "Billetera mata galán", pero ahora las pendejas se te enamoran...

Si… se nota a la legua que está enamorada…, es tiernita y se ve que te admira el pimpollo -dije- . El desgaste que me produce montar esas escenas de rieles y poleas, me agota al extremo de dar por perdida la batalla sin decir una sola palabra. Ese sensor invisible que todos tenemos: el de la vergüenza ajena, me invade, no quise entrar en el terreno de las suposiciones, no quise quedar como un "Supositorio"...

De pronto suena el teléfono y Ricardo Rubén me pide, -negrito de por medio-, que lo aguarde un minuto afuera del despacho, que es un asunto delicado y privado.

Me dirijo a la recepción, en donde Yésica charlaba animadamente con un motoquero, pelo largo, con el casco en el codo y lleno de tatuajes. Murmuraban de manera entusiasta. Para entender a una mujer no hace falta escucharla, basta con sólo mirarla. Las situaciones románticas -per se- me ponen incómodo. Hablaban sobre un curso de comedia musical que aparentemente ambos estaban realizando y como lo nervioso no quita lo estúpido, me invadió algo parecido a la desesperación y grité "Mira Yésica decile a Ricardo Rubén que no lo puedo esperar más, tengo una reunión, te dejo mi tarjeta, decile que cuando quiera vamos a almorzar". Me retiré de la oficina, sino me apuran soy bastante bueno mintiendo pongo cara creíble  y todo.

Estaba esperando el ascensor y en eso sale el motoquero de la oficina. Ingresamos juntos en el ascensor y `para amenizar el viaje digo:
¡Esta linda la nena y noté que te da bola! Razoné,  porque yo puedo ser muy boludo, pero cuando me doy cuenta…me doy cuenta…
Si, salimos un par de veces -contesta-
¿Y que tal? -pregunto-
Y me la tuve que garchar… (Me espetó)
Ya lo creo pensé para mi.
¿Sabes una cosa? Hace treinta años Ricardo Rubén era como vos. -dije-
¿Y quien carajo es Ricardo Rubén? A... ya se... ♪ Ricardo…Ricardo…Ricardo Rubén, vos sos una estufa yo tu kerosene... ♪ ...   ...
Más respeto pendejo, a vos te falta tomar mucha Cindor todavía. Con un poco de suerte en seis meses, un año a más tardar, vas a conocer Punta del Este y gracias a Ricardo Rubén. Esto lo pienso, pero no lo digo por supuesto, hay imágenes, escenas, situaciones, que no requieren subtitulado, ni explicación. Mucho menos excusas. Simplemente sobran…



PD: A veces uno elige de qué lado estar simplemente viendo quiénes están del otro lado.

PD1: Si necesitan un puchinball (o como se escriba), acá está mi autoestima para que les sirva. Total, ya está destrozada. Un par de golpes más no le van a hacer nada. Musicalmente hablando sigo inmerso en un momento tropical. (El baile del Pimpollo)

PD2: Remitiré esta historia a esa verdadera sirena de pantano,  la inabordable doctora Damehelio para que analice esta historia. Me envió un mail diciendo: "BAJATE UNA VIDA POR EL ARES, QUERES". Hacele un favor al mundo AUTOCENSURATE. A veces las palabras por suerte sobran. Sólo a veces.





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