domingo, 28 de noviembre de 2010

Cuento para dormir (a Jimena)

Tengo una seguidora de nueve años llamada Jimena (yo la escribo con J y no con G), que es la hija de uno de mis mejores amigos (a quien le falta un driver) y que además vive en el mismo edificio donde concurro por trabajo. Siempre me la encuentro en el ascensor cuando ella parte para el Lenguas Vivas (semidormida), colegio al que concurre y en el cual es una excelente alumna a pesar de los pronósticos que auguraban que en el colegio iba a ser un desastre (como ambos padres lo fueron). Nuestras charlas son del tipo: -¿A qué hora te acostaste?- -A las tres de la mañana, me quedé jugando en la compu- responde, o por ejemplo "Yo, Jimena, cada vez que voy a Mc Donald soy atendido por el empleado del mes", a raíz de un comentario de ella que dice que nunca los ve (y es algo que yo puedo corroborar porque son clientes nuestros, cada vez que voy, por más que lo busque, jamás encuentro al empleado del mes).

Esta niñita, en nuestro último viaje en ascensor, me cuestionó el final de la rata en el último post, (obviamente ella estaba del lado de la rata). Yo pensé: "ay, dios mio! Qué alguien me clave una estaca" y comenzó a relatarme cómo debía ser el final… que la rata haciendo MAGIA se escapa del horno y etc. etc. etc...

Yo, a Herodes no lo justifico, pero lo entiendo. Si bien todos tenemos un niño en el corazón, yo lo tengo en penitencia, estuve a punto de decirle: “los reyes son los…“ pero, en cambio, le dije: "si sos tan inteligente, explícame por qué el zapatito de Cenicienta a las doce no se convirtió en una alpargata". Estoy seguro de que en nuestro próximo viaje en ascensor obtendré esa respuesta, por que es bravísima esa nena.

Consulté a su madre sobre la hora en la que se duerme y me corroboró lo dicho por la nena, le sugerí entonces que para que se duerma le lea un cuento. Por eso y especialmente para vos Jimena va este cuento, espero que este final te guste más.

Había una vez, en una tierra muy lejana, un príncipe de impecable elegancia y reluciente armadura. Dentro de las más destacadas virtudes que poseía Azzarus, el joven nobiliario, se encontraba su descomunal valentía. Aunque para ser sincero se volvía poco descomunal cuando se trataba de serpientes o primeras citas con una doncella. Estas eran las únicas dos cosas a las que temía. Para que se den una idea, un día tuvo la primera salida con una princesa de una ciudad lindera que tenía como mascota una enorme boa y se orinó del susto, dejando a su armadura no tan reluciente. Afortunadamente el herrero del pueblo logro repararla y dejarla como nueva puliéndola con su pulidora, la cual hacia sido comprada en Easy.

El castillo de la familia era inmenso y el joven príncipe había pasado la mayor parte de su vida dentro de sus murallas. Esto lo aburrió de sobremanera. Varios años atrás, cuando era apenas un adolescente, el heredero del trono intentó escaparse y camuflarse entre la gente del pueblo vistiendo unos harapos que había hallado en la lavandería del castillo. Pero su plan fracasó rotundamente debido a que estos harapos eran reales y, por ende tenían el escudo familiar bordado en el medio del pecho. Fue reconocido por uno de los guardias que vigilaba la entrada de la fortaleza y llevado ante su padre.

El rey, un hombre de figura voluminosa y barba exuberante, lo castigó levemente y culpó del rebelde comportamiento de su hijo a la conocida edad del pavo. En este caso, por tratarse de un príncipe,  a la edad del pavo “REAL".

No muy lejos del lugar donde se encontraba el castillo, vivía una hermosa doncella de rasgos angelicales y cabello dorado llamada Beatriz. Era un ser extraordinario que amaba a todas las criaturas del mundo, sobre todo a los animales. Pero no de una manera física (no sean mal pensados), lo suyo era algo así como una zoofilia platónica. Su padre, que había enviudado hacia algunos años, había vuelto a contraer matrimonio con una mujer que ya tenía dos hijas, y desde entonces los cinco convivían felizmente en la misma casa. Pero un mes atrás, la joven había encontrado a su padre con un PUÑAL incrustado en el pecho. El médico del pueblo, tras examinar el cuerpo, diagnosticó este hecho como una muerte natural, ya que era natural que muriera si le habían clavado un puñal en el pecho…

 Luego de este funesto acontecimiento las cosas cambiaron. De la noche a la mañana, todo fue distinto, su madrastra y hermanastras cambiaron la manera de mirarla, cambiaron la forma en que la trataban y cambiaron los muebles de lugar. Esto último fue lo que mas fastidio le causo, debido a los golpes que se daba cuando, en medio de la noche, se levantaba para ir al baño.

 Todos y cada uno de los días, ella era la que se encargaba de atender a su madrastra y a sus dos hermanastras. Beatriz paseaba el perrastro, sacaba la basurastra, lavaba los platastros, hacía las camastras y muchas cosas más, pero no pudo soportar mucho más tiempo el malintencionado trato de su nueva familia y un día, mientras todos se encontraban dormidos, tomó algunas de sus pertenencias y sin pensarlo dos veces, se escapó.

 Deambuló durante más de una hora por las calles del pueblo hasta toparse con una casona a la que jamás había visto. La inocente doncella pensó que sería un excelente lugar para pedir hospedaje, ya que al no conocer a sus dueños no podrían dar aviso a su familia sobre su paradero. Lo que Beatriz no sabia era que esa antigua casa era la morada de una bruja que poseía una maldad sin fronteras, y que había conseguido el pasaporte a su perversa cualidad.

 Cada noche acostumbraba salir a convertir príncipes en ranas para que algún distraído cene carne de príncipe sin saberlo y también hacía Ring-raje a pesar de que en esa época no habían inventado aún el timbre. Pero, por sobre todas las cosas, era conocida por odiar a todo aquel que golpeara su puerta, ya fuera vendedor ambulante, testigo de Jehová o hermosas doncellas en busca de alojamiento.

 La pequeña mano de la inocente joven golpeó dos veces a la puerta y ésta se abrió de par en par. Lo último que atinaron a observar sus ojos fue la horrenda figura de la dueña de casa, arrastrándola hacia el interior. Si bien la bruja era malvada y espantosa, hay que resaltar que poseía una actitud destacable respecto a su imagen. Jamás había pensado en utilizar una magia para realizarse un lifting o aumentarse el busto, porque pensaba que lo importante era lo de adentro, y con respecto al busto, sabía que las reales y las mágicamente hechas son totalmente diferentes al tacto aunque los hombres del pueblo digan que les resulta indiferente.

 Velozmente, al enterarse el príncipe Azzarus del triste destino de la hermosa doncella, fue en busca de su padre para solicitar permiso para rescatarla y desposarla. Pero no fue una tarea sencilla, recorrió todo el palacio de "P" a "O" y luego de un buen rato, lo encontró sentado en el trono, pero no precisamente en el real. Obtuvo la autorización del rey, se colocó la armadura y partió hacia la casa de la bruja.

 Una vez allí, el valeroso príncipe derribó la puerta de entrada de una patada y comenzó a inspeccionar cuarto por cuarto. No tardó en encontrar la habitación donde se encontraba la hermosa doncella y la desagradable bruja. El príncipe sabía que tenía una sola posibilidad frente a un enemigo tan poderoso, y sin perder un segundo, desenvainó su espada y lanzó un golpe, tan certero como enérgico, que le arrancó la cabeza a la espantosa criatura.

 En pocas palabras Azzarus era un terrible bagayero y asesinó a quien veía menos agraciada, o sea, a "La doncella". Pero no se preocupen porque, a pesar del error cometido por el príncipe, esta historia posee un final feliz. La bruja vio lo sucedido como un acto de amor del joven y comenzaron a salir. Luego de un tiempo se casaron, vivieron felices y comieron perdices, salvo la bruja que era vegetariana y comió ajices y manices...

FIN


PD: A todos los sorprendidos. Sí, soy diabético, y como dice el médico: “Dieta (vendí hasta la flauta dulce y ya no escucho Azúcar Moreno) y caminata”. Pero estoy mejor, mejorando, mejor ando (este parece ser mi método, últimamente, para seguir adelante). Si alguien tiene un paquete de galletitas "Opera" se las cambio por mi alma.

PD1: ¡¡¡MAGIA!!!... es una palabra que se me perdió por el camino. Debió caerse de algún agujero del bolsillo del pantalón o la he disuelto con el café con sacarina de la mañana. Es una palabra que ya no tengo, es jodido perder una palabra, cuando somos necios y las tiramos lejos, ya no vuelven. Recogerlas del suelo sirve de poco porque ya las pisoteamos nosotros mismos, u otros las han recogido. Y no las encontramos cuando más nos hacen falta. Yo he perdido mi "magia". Era sencilla, sin mayúsculas, con letra de niño. Si alguien la encuentra, trátela con cariño, se lo merece, de chico era mi mejor palabra.

PD2: A vos, a quien por piedad no voy a nombrar, que me preguntaste al leerte este cuento si era autobiográfico, te recomiendo que leas el principito… "Lo esencial es invisible a los ojos". Aunque mi amigo Miguel dice que dicho precepto, no se aplica a las mujeres.

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