domingo, 24 de octubre de 2010

Muerte de un viajante

No siempre dejar pasar el último tren es mala idea decía Auschwitz. Viajar en la línea D, en ese tetrix humano requiere estar narcotizado. Poseo un sensor atrae viejas pelotudas en el subte siempre me toca compartir mi travesía con una de estas señoras, forman parte de un universo hostigador que no se deja vencer fácilmente, por suerte viajan sin su perro que es siempre feo chiquito y odioso, ven televisión todo el día, toman licor a escondidas, son chusma de barrio, duermen dos horas, compran con changuito, van al banco dos horas antes de que abran, van a todas las reuniones del consorcio, buscan precios y critican a la juventud. En el subte se juntan a criticar a las parejas que se toquetean, a los que roncan en estéreo para no cederles el asiento y siempre cerca Mio, te cuentan sus problemas, te piden el asiento estas septuagenarias y una vez sentadas se ponen a mandar mensajecitos con el celular (no era que no sabias usar la video), cuando se paran para bajar eligen ellas a quien le corresponde el asiento.

Me voy a comprar unos auriculares bien grandes y bien visibles y cada tanto cantar un estribillo de Arjona para contrarrestar a estas viejas preguntonas y con ganas de hablar. Considero que si no se incendia el subte o si se tiró alguno no hay motivos para hablar con alguien en el subte. Una vez una que no soportaba que leyera ese diario de mierda que regalan en el subte me dijo: "Señor me puede llevar LA PUNTE", le conteste "señora es que estoy leyendo cosas interesantes" y esta seguidora de Tolstoi me mando a la mierda. Tengo una máxima si estas viejas están con tacos altos no les doy el asiento, pero va a empezar a haber viejas embarazadas, la ciencia lo va a permitir. Con estas viejas hay que armarse de paciencia...¡¡¡hay que armarse!!!

La agresión sonora que se recibe con versiones conmovedoras de charango, los que vociferan temas en inglés sin saber la letra ni inglés, cantan como perros y encima con amplificadores, se aplauden a si mismos. El ciego que canta aparte es sordo, tiene la gracia musical de una locomotora del Roca a atropellando a una Ford F100 llenas de cajas fuertes blindadas. Hay una mina que canta canciones de Piero, termina de cantar no espera la moneda y se va a otro vagón al grito de "Viva el general Perón carajo". Pero hay excepciones que logran romper mi autismo, hay una chica que es una persona feliz que no le teme al ridículo y que alegra mis idas a terapia; cada día preparo el dinero y lo dejo caer en su sombrero. Me hace bien las canciones de los Beatles que canta en el andén y si yo fuera pendejo me hubiera enamorado de ella, me alegro que exista. Los demás merecen una extracción lingual artesanal a puñal y de un solo tajo o degollarlos y disfrutar de sus últimos balbuceos antes que se desangren.

Otra fuente sonora de la que trato de alejarme sacándome un pasaje a Tombuctú son los usuarios de celular  probadores de ringtones durante el viaje, los que no tienen botón mute, los que hablan fuerte "no sabes el forúnculo que me salió en las pelotas", los tipos que mandan un besote (no podes ser tan puto), las mujeres que exigen un te quiero al pasajero y no se conforman con un "yo también", me dan ganas de sacarle al tipo el celular y putearlas por pesadas, los que andan por la vida con el manos libres de su celular colgado de la oreja en forma perenne, los que mienten su ubicación por celular, me dan ganas de pisotearles el puto celular. Los que escuchan música con los auriculares puestos y es al pedo insultarlos porque no te escuchan ¿Que haces con ese sobre de Ketchup en la oreja?, "Escuchando salsa". Y me cago de risa cuando suena un celular todos lo sacan a ver si es el de ellos, y hay gente que te habla cuando hablas por celular, es la misma que te da un folleto cuando venís con varias bolsas en cada mano del supermercado.

Me generan una furia incontenible los vendedores de CDS de música que se quedan veinte minutos en el vagón de subte tratando de vender la mierda que venden con esos equipos gigantes a todo volumen reproduciendo casi siempre cumbia villera, y los pasajeros que pretenden escuchar los temas como si fuera Musí mundo. ¿Cuántos vendedores de guía T pueden convivir en la línea D?, es un fenómeno de marketing que no logro comprender. Hay dos tipos de vendedores los que se mandan unos speechs impresionantes, le ponen garra, suspenso, actuación, entusiasmo, cambios de ritmo y los que balbucean bajito y a los pedos que no se les entiende nada, ni siquiera lo que venden, a esos le haría una traqueotomía a puñal.

Estoy seguro que entre la estación Pueyrredón y Agüero hay cadáveres enterrados en estado avanzado de descomposición desde hace unos 15 años. Cuando llueve en la estación Bulnes siempre sube un idiota con el paraguas mojado y me lo refriega por toda la ropa inexorablemente. Nada me cambia mas el humor que me pise un gordo pelotudo la uña encarnada y que después de pisarme se para entre la mina más linda y yo, generando un eclipse total de posaderas.

Los malabaristas (hay una especie de brote de habilidad del que yo resulté inmune), los travestis, transformistas y todo ese tipo de engendros no son recuperables, los shows de los actores son del berretismo mas infame y asustan con sus gritos, los magos que cuentan chistes son mas boludos que los magos comunes. Los que andan pidiendo con una receta de 1940 o con carteles con horrendas faltas de ortografía. Los pasajeros odian ser generosos anónimos no sueltan la dádiva hasta que los ven los demás pasajeros y el receptor de la limosna.

He tenido tantas experiencias cercanas a la muerte: la gripe porcina, un tipo al lado Mio que tardaba un siglo en tipear me fijo y había escrito "tengo el dinero y estoy armado" y sentí que me mataría por descubrir su secreto casi me mata de un infarto. El día que se cortó la luz y caminé de la mano de una lesbiana vieja que era una mezcla de Raúl Porcheto y Nina Peloso por el túnel (todavía hoy no pude dilucidar si era una mina muy fea o un trava muy lindo)

Pero también he tenido experiencias  que me partieron el alma (a veces me pasa), en la línea D hace años viaja una chica llamada Nadia cuya edad es difícil de determinar porque tiene casi todo su cuerpo quemado, sólo tiene un poco de cabello en la nuca, con la que se hace una trenza oscura y prolija, no tiene orejas y los brazos concluyen en dos muñones, y está siendo tratada en el hospital del quemado y ya lleva hechas un montón de cirugías. Un día hace tres años venía yo del laburo y como siempre que la veía le daba un billete, ese día yo estaba leyendo un libro y Nadia me preguntó ¿Es lindo?, le contesté "si, es lindo" y se lo regalé. Ella entonces me dio un beso. Yo me quedé pensando alguien la abrazará alguna vez, alguien se enamorará  de esta niña a quien conozco desde sus seis años. Jamás la volví a ver desde aquel día, yo todavía siento que no me fui de ese vagón...


PD: A los de Metrovias los vivo puteando y estoy por pedirles que me devuelvan la guita del subtepass (tengo 6 viajes) y no viajar nunca mas

PD1: Si alguien sabe algo de Nadia háganmelo saber, su desaparición me resulta extraña porque todo el mundo la ayudaba. Tal vez como leí por ahí "Nosotros nos parapetamos detrás de nuestro rostro, al loco lo traiciona el suyo. El ofrece su demencia a los demás. Habiendo perdido su mascara muestra su angustia, se la impone al primero que llega, exhibe sus enigmas, sus misterios, sus miedos, sus vergüenzas, sus pudores. Tanta indiscreción irrita. Es normal que se los encierre y aísle".
Creo que la frase es más o menos así y también creo que es del Quijote pero no estoy seguro. Si lo saben también háganmelo saber.

Ahora, algunas rarezas de nuestra vida cotidiana en nuestros subtes....




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