viernes, 28 de enero de 2011

La Moneda China

Los dedos de la mano izquierda sobre la asdf y los de la derecha encima de la jklñ, la televisión apagada, el celular cargando, la ropa tirada por toda la casa, el señalador en la página donde me quedé, el calor insoportable, la luna en su lugar, todo...menos yo. Así comienza la gran aventura de escribir una historia y la de hoy es especial, porque el día lo es.

Mi carrera delictiva ininterrumpida comenzó a la tierna edad de seis años. Mi vieja me llevó a la casa de de un vecino de mi edad, que vivía en el mismo piso que nosotros, e hizo conmigo, ese acto insensible que todos los padres hacemos: Me dejó en el cuarto con el niño de la casa, diciéndome “Jugá con tu amiguito” y "Ahí tenés a otro de tu clase" adáptate, confraterniza, intégrate y sobre todo mientras nosotras hablamos ¡No rompas las pelotas por un par de horas!

Ahí estaba yo, frente a un completo desconocido, obligado a coexistir sin saber si teníamos algo en común con ese niño de mi misma edad. Para colmo de visitante. Yo ya mostraba de niño mi conducta antisocial, y mi anfitrión me miraba con recelo, ya de entrada intuí que nada bueno saldría de esa unión. Sin embargo un vistazo fugaz me permitió entrever la presencia de unos autitos de colección retozando sobre la cama, un horizonte potencial de afinidades se me abrieron de repente, porque no eran los autitos comunes que yo hasta ese momento conocía. ¡¡¡No!!! Eran las replicas de los "Autos Locos" que junto al "Pato Saturnino" eran para mi mas importantes que Dios y mis padres.

El anfitrión y yo nos cruzamos una mirada que lo decía todo, algo nos hermanaba en medio de la hostil indiferencia de los mayores. Tímidamente intercambiamos las presentaciones mínimas necesarias y nos dispusimos a jugar. Pero el anfitrión enseguida mostró la hilacha, no permitió que ninguno de sus autitos estuviera en mis manos un lapso de tiempo superior a los cinco segundos. Al principio respeté su fragmentaria manera de compartir juguetes, al rato la situación se volvió insostenible, cuando el pibe se atrincheró en un extremo de la cama, amontonando apresuradamente todos sus autitos, supe que clase de final tendría nuestra efímera relación. Solo en ese momento exterioricé un reproche y de manera humilde ¿No me prestas aunque sea uno? Su respuesta fue un NO tan desagradable.  En ese momento mi vieja anunció la partida, se produjo una distracción y con una habilidad que aún conservo, arrebaté tres autitos (Incluido el del profesor Locovich) y los metí en mi bolsillo. Nadie lo noto. Había sido un debut exitoso, sino hubeira cometido luego un error de principiante, ni bien llegué a mi casa, me puse a jugar a los autitos a la vista de todos.

La investigación de mis viejos no se hizo esperar, y las recriminaciones de rigor me llovían de todos lados. Mi madre insinúo llevar adelante el castigo clásico "Devolver lo robado a la víctima, con pedido de disculpas incluido y toda la humillación consecuente". Pero mis argumentos fueron lo suficientemente atenuantes como para que mi comportamiento hallase la compasión de mi viejo que con su voz de ultratumba sentenció "El nene no le devuelve un carajo a ese boludito y no le pide perdón una mierda" y safé del escarnio. Mi vieja temía perder talvez como clienta a la madre del chico. Yo escuchaba a mis dos viejos discutiendo sus argumentos sobre la devolución o no de los autitos y desde ese edad arribe a una conclusión, a una definición  y que aún conservo ¡Lo peor de robar es que te descubran!

Toda convicción es una cárcel, es así que muchos años después cuando mi hija mayor actuó de la misma manera, ante la misma situación  pero esta vez en la casa del Gerente del mayor estudio de Auditoria del mundo (jefe de mi ex esposa), la victima fue su hija y el objeto robado "una moneda china".
Fiel a mi naturaleza (como dice mi psicóloga todo lo demás se analiza) confieso que el orgullo se apoderó de mi, era la primera incorrección que realizaba mi hija, se llevó una sola materia (Latín en el Nacional Buenos Aires), todo lo hacía bien, mejor alumna en la primaria, estudiosa, obediente, honesta, protectora etc.. La situación estaba planteada, ya estaba en el aire girando la moneda, yo pensé que sea lo que Dios quiera. Por un lado mi ex (psicóloga) comenzó con el análisis de las implicancias futuras del accionar de nuestra hija, lo decepcionada que se sentía, aduciendo que ella jamás robo nada (es verdad, estoy seguro), y comenzó a analizar psicológicamente la situación, yo por mi parte atiné a rescatar una frase genial dicha por San Martín a su hija " Serás lo que debas ser, o no serás nada" Ahora que lo pienso ¡Que frase pelotuda dijo San Martín!

 Como siempre en esas situaciones la moneda cayó para mi lado (pasé a ser el gran culpable del comportamiento de mi hija), y comenzó el análisis de lo nocivo que resultaba en la formación de nuestros hijos, (sus apreciaciones sobre mi salud mental eran previsibles hasta el suicidio) diciendo "Aparte del complejo de Edipo que tenes no resuelto y del retraso madurativo sos imbécil o te haces".

Una situación, como una moneda con dos caras, mi ex diciendo "La chica debe aprender" y yo orgulloso por el objeto aprehendido (con H), quizás de allí me quedó la fobia que siento cuando un tarado dice aprender y aprehender. Bueno volviendo a la historia yo estaba henchido de orgullo, hasta ese momento me costaba entender que mi hija tuviese el mismo ADN que yo (a ella también y hasta hoy seguramente). Yo al grito de "No quiero hijos psicoanalizados de por vida como yo", haciéndome cargo de que sus defectos como hija son mis fracasos como padre, ni por sobre mi cadáver permitiría que mi hija se metiese sus principios y su dignidad en el bolsillo y se vea obligada a pedir unas disculpas fingidas e interactuaba didácticamente al grito "La moneda no se devuelve", (como en la vida).  Mi ex por su parte "Vas a seguir repitiendo esa burrada...me estas cargando", tu nivel de desconocimiento me asombra (no podes ser tan pelotudo), hoy a la distancia veo que ya entonces estaba en la cuerda floja sin ser la atracción principal del circo, era prescindible horriblemente prescindible en esa casa.

Con los años noté que mi hija además le ponía a la vida pasión, tripas y que era crítica (la amo por ello).  Hoy sé que nuestros hijos deben vivir su propia odisea, que no va el "Vení dame la mano que te enseño a perder", que debe ser difícil vivir en un mundo de excepción sin regla, donde buscamos piezas para armar una imagen entera, y nos lleva toda una vida descubrir que tenemos mezcladas fichas de diez o doce juegos distintos (pero ese es el chiste). Cada pensamiento, sentimiento, cada recuerdo es vivido, juzgado, modificado o almacenado por una voluntad que desconocemos (pienso y así me va).

Ya no tengo monedas en mi vida prefiero dárselas al negro que me cuida el auto para que se compre Paco y se muera de una sobredosis, siento que además hago un aporte a la sociedad. Mi problema no es que la gente no me recuerde sino todo lo contrario, hay gente que no me olvida (y no me lo perdonan). Pero como dice mi psicóloga Puñal no sea como esa gente: "que viene al mundo a hacer un gran drama y esa es toda su comedia".

En tu último cumpleaños (como hoy) te envié un mensaje y no me contestaste, se ve que no tenías crédito. Sólo me resta decir que te extraño. Hoy siento que tengo menos creatividad que un canal de aire, y si bien me siento viejo desde siempre, recién ahora el cuerpo me está avisando que estaba en lo cierto, con esta Salmonella que no se me va del todo (una especie de troyano debe ser Priano el que me tocó a mi). No es un buen día para escribir, que si es un buen sistema para dejar libre a la circulación de los recuerdos. Levanto los dedos del teclado, mientras acomodo el cansancio en un rincón del cuerpo. Pero si es un buen día para las flores, afuera comenzó a llover....



PD: Por la Diabetes mis heridas no cierran tengo mala cicatrización. Soy un caníbal vegetariano, sólo me falta comer flora intestinal. Hace tiempo que ya está en el aire girando mi moneda, espero que no caiga para el lado de la soledad.

PD1: Los viejos sueños eran buenos sueños. No se realizaron pero me alegro de haberlos tenido. (Los puentes de Madison)

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